El 2 de abril se celebra el día internacional de la Literatura Infantil, como homenaje a Hans Christian Andersen, escritor danés del siglo 19, cuyas obras han ejercido un gran poder en la imaginación de los niños. Ante la poca atención que la literatura para niños ha recibido a lo largo de la historia, vale la pena insistir sobre algunos hechos que confirman su
existencia e importancia.
Género puesto en duda por algunos, la literatura infantil siempre ha existido, mucho antes de haber sido bautizada como tal. El canto de una madre a su hijo, los relatos de los ancianos en los portales rurales, los cuentos de animales para ilustrar conductas buenas o malas, las narraciones de las hazañas de héroes antiguos y las fantásticas narraciones que explican el
origen del mundo. Llámense cantos, cuentos, fábulas, mitos o leyendas, en ellos encontramos las primeras semillas de la Literatura Infantil.
A pesar de que su etiquetaje se da siglos después de su nacimiento, la literatura infantil siempre estuvo allí, desde que la primera madre arrulló con palabras y melodía a su hijo.
Ahora bien, ¿qué es hoy la literatura infantil?. Mucho tiempo transcurrió hasta que en el siglo 18, filósofos y escritores voltearon la mirada hacia el niño, viéndolo, no como un adulto en miniatura, sino como una persona con necesidades y gustos a su medida.
Surgen los primeros autores que conscientemente escriben obras, casi siempre moralizadoras y didácticas para los más jóvenes. Ya durante el siglo 19, la literatura infantil estaba ampliamente reconocida como tal. En este contexto, Hans Christian Andersen, escribe un conjunto de cuentos que todavía siguen encantando a los niños.
Pero, ¿dónde estamos hoy en materia de literatura infantil? Nadie duda de su existencia y popularidad, sobre todo cuando vemos el desarrollo editorial en
esta materia y las ventas en los pabellones infantiles de ferias.
En la actualidad, los autores de libros para niños se preocupan, no sólo por la calidad del contenido literario sino por la forma y presentación de los mismos. Los avances de la psicología, sociología y ciencias del desarrollo de la infancia han servido de guía adecuar contenidos a las edades y gustos de los niños de hoy.
¿Cuáles son las preocupaciones de los autores del siglo 21? Lo fundamental en el delicado oficio de escribir para niños, es complacer su imaginación y a la vez cultivar sus gustos. Lo cierto es que tampoco podemos negar la función formativa de la literatura infantil. Lo excesivamente moralizante de la literatura de otras épocas, no puede convertirse en una licencia para
etiquetar como literatura infantil cualquier obra.
Los autores de obras para niños son conscientes de su responsabilidad. De ellos depende en gran medida, que formemos buenos lectores, hombres y mujeres capaces de razonar, de tolerar las diferencias, de respetar al prójimo y a la naturaleza, de actuar con equidad, de reconocer lo bello en cada lugar, cosa y persona, de ser capaces de crear. En conclusión, la buena literatura
infantil es formativa, pero a la vez debe ser divertida y audaz.
Un niño del siglo 21, está expuesto a situaciones que antes no existían. Los medios de comunicación y su exposición a situaciones sociales complejas lo hacen vulnerable. El niño ve y vive las guerras, la discriminación, las migraciones y tantos otros males sociales que aunque antes existieran, hoy lo tocan directamente.
A la literatura infantil le toca sanar heridas y ofrecerle al niño las herramientas que fortalezcan su imaginación para guiarlos hacia nuevas metas. Pero también, los niños necesitan reconocerse como individuos de una cultura que reafirme su identidad regional, étnica. El libro infantil debe fomentar el respeto a los derechos humanos y a la tierra. En el libro, el niño
debe encontrarse, conmoverse y reírse.
Otra de las dificultades encontradas para definir literatura infantil es el destinatario. Nada impide que una obra pueda gustar a chicos y grandes, ya sea por su belleza estética o contenido. En tales casos, ésta puede ofrecer el privilegio de una doble lectura. Este es el caso de El Principito de Saint Exupéry, Platero y yo de Juan Ramón Jiménez y Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift entre otros. Pero el niño es su mejor y más exigente crítico. Mejor aún que los adultos, el niño acepta o rechaza una lectura por diversas razones, todas válidas. Son ellos, los niños, el mejor termómetro de los escritores que escriben para ellos.
FELÍZ DÍA DE LA LITERATURA INFANTIL.
*La autora es escritora y Presidenta de la Academia Panameña de Literatura Infantil y Juvenil